El que tiene oidos, oiga: LA NATURALEZA DE CRISTO - CITAS DE EGW

jueves, 9 de julio de 2009

LA NATURALEZA DE CRISTO - CITAS DE EGW

Si llegamos a ser participantes de la naturaleza divina podemos ser puros, santos e inmaculados. La Deidad no se hizo humana, ni lo humano se hizo divino por la unión de estas dos naturalezas. Cristo no poseía la misma deslealtad pecaminosa, corrupta y caída que nosotros poseemos, pues entonces él no podría haber sido una ofrenda perfecta (Manuscrito 94, 1893). 3 MS 147.

Cristo hizo un sacrificio infinito. Dio su propia vida por nosotros. Tomó sobre su alma divina el resultado de la transgresión de la ley de Dios. Puso a un lado su corona real, y accedió a descender escalón tras escalón hasta el nivel de la humanidad caída. 3 MS 143.

Trataré de responder a esta importante pregunta: 146 Como Dios que era, no podía ser tentado; pero como hombre, podía serlo y con mucha fuerza, y podía ceder a las tentaciones. Su naturaleza humana pasó por la misma prueba por la cual pasaron Adán y Eva. Su naturaleza [de Cristo] humana era creada; ni aun poseía las facultades de los ángeles. Era humana, idéntica a la nuestra. Estaba pasando por el terreno donde Adán cayó. El estaba en el lugar donde, si resistía la prueba en favor de la raza caída, redimiría en nuestra propia humanidad la caída y el fracaso desgraciados de Adán. 3 MS 146,7.

El tenía un cuerpo humano y una mente humana. El era hueso de nuestro hueso y carne de nuestra carne. Estuvo sujeto a la pobreza desde el mismo momento en que entró en el mundo. Estuvo bajo los chascos y las pruebas en su propio hogar, entre sus hermanos. No estaba rodeado, como en las cortes celestiales, de caracteres puros y hermosos. Estuvo rodeado de dificultades. Vino a nuestro mundo a mantener un carácter puro e impecable, y a refutar la mentira de Satanás de que no era posible que los seres humanos guardaran la ley de Dios. Cristo vino a vivir la ley en su carácter humano, exactamente de la misma manera en que todos pueden cumplirla en la naturaleza humana si hacen lo que Cristo hizo. El había inspirado a los hombres santos de la antigüedad a escribir para beneficio del hombre: "¿O forzará alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz; sí, haga paz conmigo" (Isa. 27:5). 3 MS 146,7.

Sobre la cruz Cristo conoció, como ningún otro, el terrible poder de las tentaciones de Satanás, y su corazón se derramó en piedad y perdón por el ladrón moribundo que había sido entrampado por el enemigo (The Youth's Instructor, 26 de octubre de 1899). El corazón de Cristo fue atravesado por un dolor mucho más agudo que el que le causaron los clavos que atravesaron sus manos y pies. Estaba soportando los pecados de todo el mundo, sufriendo el castigo que nos correspondía, la ira de Dios contra la transgresión. Su prueba implicaba la terrible tentación de pensar que había sido olvidado por Dios. Su alma se vio torturada por 149 la presión de las grandes tinieblas, por el temor de ser desviado de su rectitud durante la prueba terrible. 3 MS 148,9.

Si no hay una posibilidad de ceder, la tentación no es tentación. La tentación se resiste cuando el hombre se ve poderosamente persuadido a cometer la acción errónea; y, sabiendo que él puede cometerla, resiste por la fe, aferrándose firmemente al poder divino. Esta fue la prueba por la cual Cristo pasó (The Youth's Instructor, 20 de julio de 1899). 3 MS 149.

El amor y la justicia de Dios, y también la inmutabilidad de su ley, se manifiestan por la vida del Salvador no menos que por su muerte. El asumió la naturaleza humana con sus debilidades, con todos sus riesgos, con sus tentaciones... Fue "tentado en todo según nuestra semejanza" (Heb. 4:15). No ejerció en su propio beneficio ningún poder que el hombre no pueda ejercer. Como hombre hizo frente a la tentación, y venció con la fuerza que Dios le dio. Nos da un ejemplo de perfecta obediencia. El ha hecho posible que podamos llegar a ser participantes de la naturaleza divina; nos asegura que podemos vencer como él venció. Su vida testificó de que en base a la ayuda del mismo poder divino que Cristo recibió, es posible que el hombre obedezca la ley de Dios (Manuscrito 141, 1901). 3 MS 149.

Cristo era el único que podía sobrellevar las aflicciones de toda la familia humana. "En toda angustia de ellos él fue angustiado". Nunca soportó [por sus pecados] la enfermedad en su propia carne, pero cargó las enfermedades de los demás. Cuando la humanidad sufriente lo cercaba, Aquel que se hallaba con la salud de una perfecta virilidad, era como uno que sufría con ellos. . .Cristo desarrolló un carácter perfecto en su vida sobre la tierra; rindió una obediencia perfecta a los mandamientos de su Padre. Al venir al mundo en forma humana, al hacerse súbdito de la ley, al revelar a los hombres que él llevaría sus enfermedades, sus dolores, su culpa, no se hizo pecador. Delante de los fariseos podía decir: "¿Quién de vosotros me convence de pecado?" Ni una mancha de pecado se hallaba en él. Apareció ante el mundo como el impecable Cordero de Dios (The Youth's Instructor, 29 de diciembre de 1898). 3 MS 150.

Cristo, el Redentor del mundo, no estaba situado en 151 un lugar en que las influencias que lo rodeaban fueran las mejor calculadas para preservar una vida de pureza y de moralidad incorrupta, y sin embargo no fue contaminado. No se vio libre de la tentación. Satanás se esforzó y perseveró en sus intentos de engañar y vencer, por medio de sus ardides, al Hijo de Dios.
Cristo es el único que ha caminado en la tierra sobre el cual no descansó ninguna mancha de pecado. Era puro, sin mancha, impecable. El hecho de que hubiera alguien sin la contaminación del pecado sobre la tierra, perturbaba grandemente al autor del pecado, y éste no ahorró medios para vencer a Cristo con su poder engañoso. Pero nuestro Salvador dependía de su Padre celestial para recibir sabiduría y fuerza para resistir y vencer al tentador. El Espíritu de su Padre celestial animaba y regulaba su vida. Era impecable. La virtud y la pureza caracterizaron su vida (The Youth's Instructor, febrero de 1873). 3 MS 151.

Aunque no tenía ninguna mancha de pecado en su carácter, condescendió en relacionar nuestra naturaleza humana caída con su divinidad. Al tomar sobre sí mismo la humanidad, honró a la humanidad. Al tomar nuestra naturaleza caída, mostró lo que ésta podría llegar a ser si aceptaba la amplia provisión que él había hecho para ello y llegaba a ser participante de la naturaleza divina (Carta 83, 1896). 3 MS 151.

La obediencia de Cristo no ha de ser puesta a un lado como si fuera algo completamente diferente de la obediencia que él requiere de nosotros individualmente. Cristo nos ha mostrado que es posible que toda la humanidad obedezca las leyes de Dios... 3 MS 153.

El Hijo de Dios se colocó en lugar del pecador, y caminó por el mismo terreno en donde Adán pecó; y soportó la tentación en el desierto, que era cien veces más fuerte de lo que alguna vez tendría que soportar la raza humana. Jesús resistió las tentaciones de Satanás de la misma manera en que cualquier alma tentada puede resistir, remitiéndolo al registro inspirado, y diciendo: "Escrito está".
3 MS 154.

No necesitamos colocar la obediencia de Cristo en una categoría especial, como si fuera algo a lo cual él estuviera peculiarmente adaptado por su naturaleza divina particular, porque él se presentó delante de Dios como representante del hombre y fue tentado como el sustituto y la garantía del ser humano. Si Cristo hubiera tenido poder especial que el hombre no tiene el privilegio de poseer, Satanás se hubiera valido de este argumento. La obra de Cristo refutaría las afirmaciones de Satanás de que él dominaba al hombre, y el Señor podía hacer esto solamente de la manera en que lo hizo: como hombre, 158 tentado como hombre, prestando la obediencia de un hombre...
Tened en cuenta que la victoria y la obediencia de Cristo es la de un verdadero ser humano. En nuestras conclusiones cometemos muchos errores debido a nuestras opiniones equivocadas acerca de la naturaleza humana de nuestro Señor. Cuando nosotros le damos a su naturaleza humana un poder que es imposible que el hombre tenga en sus conflictos con Satanás, destruimos el carácter completo de su humanidad. El da a todos los que lo reciben por la fe, su gracia y su poder que les atribuye. La obediencia de Cristo a su Padre era [y es] la misma obediencia que se requería del hombre.
El hombre no puede vencer las tentaciones de Satanás sin que el poder divino se combine con su capacidad. Tal ocurría también con Cristo Jesús: él podía echar mano del poder divino. El no vino a nuestro mundo para prestar obediencia como un dios menor a otro mayor, sino como un hombre que debía obedecer la santa ley de Dios. Y de esta manera él es nuestro ejemplo. 3 MS 157,8.

El Señor Jesús vino a nuestro mundo, no para revelar lo que Dios podía hacer sino lo que el hombre podía alcanzar por medio de la fe en el poder de Dios, ayudándolo en toda emergencia. Por medio de la fe, el hombre sería participante de la naturaleza divina, para vencer la tentación a la cual se veía enfrentado. El Señor demanda ahora que todo hijo e hija de Adán, por la fe en Jesucristo, le sirva en la naturaleza humana que tenemos ahora. 3 MS 158.

Cristo, el segundo Adán, vino en semejanza de carne de pecado. En favor del hombre se sujetó al dolor, al cansancio, al hambre, a la sed. Estaba sujeto a la tentación, pero no se rindió al pecado. Ninguna mancha de pecado estaba sobre él. Declaró: "He guardado los mandamientos de mi Padre [en mi vida terrenal]" (Juan 15:10). El tenía poder infinito solamente porque era perfectamente obediente a la voluntad de su Padre. El segundo Adán soportó la prueba y la tentación para llegar a ser el dueño de toda la humanidad (Manuscrito 99, 1903). 3 MS 162.

Caída parece que se refiere a la condición del hombre después del pecado y pecaminoso se refiere a la mancha del pecado. RAQ. Leer lo siguiente:

"Era posible para Adán, antes de la caída, conservar un carácter justo por la obediencia a la ley de Dios. Mas no lo hizo, y por causa de su caída tenemos una naturaleza pecaminosa y no podemos hacernos justos a nosotros mismos (si Jesús hubiera tenido naturaleza pecaminosa no podría haber sido justo de ninguna manera en sí mismo, RAQ). Puesto que somos pecadores y malos, no podemos obedecer perfectamente una ley santa. No tenemos por nosotros mismos justicia con que cumplir lo que la ley de Dios demanda. Mas Cristo nos ha preparado una vía de escape. Vivió sobre la tierra en medio de pruebas y tentaciones tales como las que nosotros tenemos que arrostrar. Sin embargo, su vida fue impecable. Murió por nosotros y ahora ofrece quitarnos nuestros pecados y vestirnos de su justicia. Si os entregáis a él y lo aceptáis como vuestro Salvador, por pecaminosa que haya sido vuestra vida, seréis contados entre los justos por consideración a el. El carácter de Cristo toma el lugar del vuestro, y vosotros sois aceptados por Dios como si no hubierais pecado." CC 62.
Estas palabras de confirmación fueron dadas para inspirar 87 fe a aquellos que presenciaban la escena, y fortalecer al Salvador para su misión. A pesar de que los pecados de un mundo culpable pesaban sobre Cristo, a pesar de la humillación que implicaba el tomar sobre sí nuestra naturaleza caída, La voz del cielo lo declaró Hijo del Eterno. DTG 87.

Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham. Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos. Heb. 2:16-17.
La naturaleza humana del Hijo de María, ¿fue cambiada en la naturaleza divina del Hijo de Dios? No. Las dos naturalezas se mezclaron misteriosamente en una sola persona: el hombre Cristo Jesús. En él moraba toda la plenitud de la Deidad corporalmente. Cuando Cristo fue crucificado, su naturaleza humana fue la que murió. La Deidad no disminuyó ni murió; esto habría sido imposible. Cristo, el inmaculado, salvará a cada hijo e hija de Adán que acepte la salvación que se le ofrece, que consienta en convertirse en hijo o hija de Dios. Salvador ha comprado a la raza caída con su propia sangre.
Este es un gran misterio, un misterio que no será comprendido plena y completamente, en toda su grandeza, hasta que los redimidos sean trasladados. Entonces se comprenderán el poder, la grandeza y la eficacia de la dádiva de Dios para el hombre. Pero el enemigo ha decidido que esta dádiva sea oscurecida hasta el punto de quedar reducida a nada.-Comentario bíblico adventista, t. 5, pág. 1088.
Tendremos que enfrentarnos con sentimientos falsos. Nunca, nunca nos podremos dar el lujo de colocar nuestra confianza en la grandeza humana, como algunos lo han hecho, ni de confiar en los hombres, como los ángeles del cielo confiaron en el rebelde Lucifer, para perder al fin el sentido de la presencia de Cristo y Dios.
¿Quién puede encontrar la perfección de Dios al buscarla? Los Evangelios presentan el carácter de Cristo como algo infinitamente perfecto. Quisiera poder hablar de esto de tal manera que el mundo entero escuchara los objetivos que tuvieron la misión y la obra de Cristo...
"Escudriñad las Escrituras -dijo Cristo-; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí". Los sufrimientos del Redentor, la humildad de su carácter divino-humano, no se pueden comprender, y por lo tanto sus virtudes no son practicadas. Los tesoros del conocimiento que se puede obtener de Dios son inagotables.
Los seres humanos mejor dotados de la tierra podrían encontrar abundante ocupación -desde ahora hasta el día del juicio- para todas las facultades que Dios les ha dado, sólo en exaltar el carácter de Cristo. Pero ni aun así lograrían presentarlo como realmente es. Los misterios de la redención, incluyendo el carácter divino-humano de Cristo, su encarnación, su expiación por el pecado, podrían ocupar las plumas y las facultades mentales más elevadas de los hombres más sabios, desde ahora hasta el día cuando Cristo sea revelado en las nubes de los cielos con poder y grande gloria. Pero aunque estas personas trataran con todas sus fuerzas de representar a Cristo y su obra, dicha representación quedaría muy lejos de la realidad. . .
El tema de la redención ocupará las mentes y las lenguas de los redimidos durante las edades eternas. La imagen de la gloria de Dios brillará para siempre en el rostro del Salvador.-Carta 280, 1904. EGW, Exaltad a Jesús, 71.

En la redención, Dios reveló su amor por medio de un sacrificio, un sacrificio tan amplio, tan profundo y tan alto, que es inconmensurable. "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito . . . "Cuando el pecado de Adán hundió a la raza en la miseria y la desesperación, Dios podría haberse separado de los caídos. Podría haberlos tratado como merecen que se trate a los pecadores. Podría haber enviado a sus ángeles para que derramaran sobre nuestro mundo las copas de su ira. Podría haber hecho desaparecer esta oscura mancha del universo. Pero no lo hizo. En lugar de echarlos de su presencia, se acercó más a la raza caída. Dio a su Hijo para que llegara a ser hueso de nuestro hueso y carne de nuestra carne. "Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros . . .lleno de gracia y de verdad". Cristo, mediante su relación con los seres humanos, puso al hombre más cerca de Dios todavía. Revistió su naturaleza divina con el manto de la humanidad, y demostró ante el universo celestial, ante los mundos no caídos, cuánto ama Dios a los hijos de los hombres. Hijos e hijas de Dios, 13.

Esta verdad ha sido para muchos una causa de duda e incredulidad. Cuando Cristo vino al mundo como Hijo de Dios e Hijo del hombre no fue comprendido por la gente de su tiempo. Cristo se rebajó hasta revestirse de la naturaleza humana, a fin de alcanzar a la especie caída y elevarla. 2 JT 344.

"Cristo reúne en su persona la perfección y santidad de la divinidad y la perfección y santidad dé su humanidad sin pecado. El tuvo que afrontar las mismas tentaciones por las cuales Adán fue reprobado, y las venció porque su humanidad se apoyaba en el poder divino. Los cristianos de hoy se fijan ideales demasiado bajos. Se contentan con una experiencia espiritual muy superficial, y por lo tanto sólo perciben la luz en forma difusa, cuando podrían discernir con tanta más exactitud la maravillosa perfección de la humanidad de Cristo. La vida de Cristo es una manifestación de lo que la humanidad caída podría llegar a ser mediante una comunión más estrecha con la naturaleza divina. . . .
"Los hombres y mujeres inventan toda clase de excusas por su propensión al pecado. Hacen del pecado una necesidad, algo que no se puede vencer. Pero el pecado no es una necesidad. Cristo estuvo en este mundo desde su infancia hasta la madurez, y en ese tiempo afrontó y venció todas las tentaciones que asedian al hombre. Es un modelo perfecto para la niñez, juventud, y madurez." -MS 17 1911. La fe por la cual vivo, 1 de agosto, 222.

Hay sólo un poder que puede sustraer los corazones de los hombres al imperio del mal: El poder de Dios en Cristo Jesús. Sólo por la sangre del Crucificado podemos purificamos. Sólo su gracia puede hacernos capaces de resistir las tendencias de una naturaleza caída y subyugarlas. Maranata, 132.

La condición en que el pecado nos ha colocado es antinatural y el poder que nos restaure debe ser sobrenatural, o no tendrá valor alguno. No hay poder que pueda quebrantar el yugo del mal y libertar de él los corazones de los hombres, sino el poder de Dios en Jesucristo. Sólo mediante la sangre del Crucificado hay purificación del pecado. Sólo la gracia de Cristo puede habilitarnos para resistir y dominar las inclinaciones de nuestra naturaleza caída.-MC 335 (traducción revisada) La maravillosa gracia, 105.

La impecable naturaleza humana de Cristo
Al tomar sobre sí la naturaleza del hombre en su condición caída, Cristo no participó de su pecado en lo más mínimo. Estuvo sujeto a las flaquezas y debilidades que rodean al hombre, "para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias" (Mat. 8: 17). Fue conmovido por el sentimiento de nuestras debilidades y fue en todo tentado a nuestra semejanza. Y, sin embargo, no conoció pecado. Fue el Cordero "sin mancha y sin contaminación" (1 Ped. 1: 19). Si Satanás hubiera logrado con su tentación que Cristo pecara en lo mínimo, 300 habría herido la cabeza del Salvador. Tal como sucedieron las cosas, sólo le pudo herir el talón. Si hubiera sido tocada la cabeza de Cristo, habría perecido la esperanza de la raza humana. La ira divina habría descendido sobre Cristo así como descendió sobre Adán. Hubieran quedado sin esperanza Cristo y la iglesia.
No debemos tener dudas en cuanto a la perfección impecable de la naturaleza humana de Cristo. Nuestra fe debe ser inteligente; debemos mirar a Jesús con perfecta confianza, con fe plena y entera en el Sacrificio expiatorio. Esto es esencial para que el alma no sea rodeada de tinieblas. Este santo Sustituto puede salvar hasta lo último, pues presentó ante el expectante universo una humildad perfecta y completa en su carácter humano, y una perfecta obediencia a todos los requerimientos de Dios. El poder divino es colocado sobre el hombre para que pueda llegar a ser participante de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que está en el mundo por la concupiscencia. Por esto el hombre, arrepentido y creyente, puede ser hecho justicia de Dios en Cristo. 1 MS 301.

Aunque no tenía ninguna mancha de pecado en su carácter, condescendió en relacionar nuestra naturaleza humana caída con su divinidad. Al tomar sobre sí mismo la humanidad, honró a la humanidad. Al tomar nuestra naturaleza caída, mostró lo que ésta podría llegar a ser si aceptaba la amplia provisión que él había hecho para ello y llegaba a ser participante de la naturaleza divina (Carta 83, 1896).

Pensad en la humillación de Cristo. Tomó sobre sí la naturaleza caída y doliente del hombre, degradada y contaminada por el pecado. Tomó nuestros dolores, llevó nuestro pesar y nuestra vergüenza. Soportó todas las tentaciones con las que es acosado el hombre. Unió la humanidad con la divinidad; un espíritu divino moraba el un templo de carne. Se unió a sí mismo con el templo. "Aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros", porque al hacer eso podía relacionarse con los pecaminosos y dolientes hijos e hijas de Adán (YI 20-12-1900).

Cristo ocupó el lugar de Adán en el desierto de la tentación, para soportar la prueba en que éste fracasó. Entonces Cristo venció en lugar del pecador, cuatro mil años después de que Adán dio la espalda a la luz de su hogar. La familia humana, separada de la presencia de Dios, se había apartado más y más, generación tras generación, de la pureza original, de la sabiduría y el conocimiento que Adán poseía en el Edén. Cristo llevó los pecados y las debilidades de la raza humana en la condición en que ésta se encontraba cuando él vino a la tierra para socorrer al hombre. En favor de la raza humana y con las debilidades del hombre caído sobre sí, debía resistir las tentaciones de Satanás en todos los puntos en los cuales sería atacado el hombre. . . ¡En qué contraste se halla el segundo Adán cuando entra en el sombrío desierto para hacer frente a Satanás sin ayuda alguna! La raza humana había ido disminuyendo en estatura y vigor físico desde la caída, y hundiéndose más y más en la balanza del valor moral, hasta el momento en que Cristo vino a la tierra. Y Cristo debía llegar hasta donde estaba el hombre caído, para levantarlo. Tomó la naturaleza humana y llevó las debilidades y la degeneración de la raza. El que no conoció pecado se convirtió en pecado por nosotros. Se humilló hasta las mayores profundidades de la miseria humana a fin de poder estar calificado para llegar hasta el hombre y elevarlo de la degradación en que lo había sumido el pecado (RH 28-7-1874).

Los hombres están emparentados con el primer Adán, y por lo tanto no reciben de él sino culpa y sentencia de muerte; pero Cristo entra en el terreno donde cayó Adán, y pasa sobre ese terreno soportando todas las pruebas en lugar del hombre. Al salir sin mancha de la prueba, redimió el vergonzoso fracaso y la oprobiosa caída de Adán. Esto coloca al hombre en una condición ventajosa ante Dios; lo coloca donde, mediante la aceptación de Cristo como su Salvador, llega a ser participante de la naturaleza divina. Así llega a relacionarse con Dios y Cristo (Carta 68, 1899).

A Adán y a Eva se les dio la oportunidad de volver a su fidelidad, y en ese misericordioso plan estaba incluida toda su posteridad. Cristo se convirtió después de la caída en el instructor de Adán. Actuaba frente a la humanidad en lugar de Dios, salvando al linaje humano de la muerte inmediata. Asumió la obra de mediador entre Dios y el hombre. Cuando el tiempo se cumpliera sería revelado en forma humana. Debía ocupar su puesto a la cabeza de la humanidad tomando la naturaleza del hombre, pero no su pecaminosidad (ST 29-5-1901).

El contraste entre los dos Adanes
Cuando Adán fue atacado por el tentador en el Edén, no tenía la mancha del pecado (tampoco Jesús, RAQ). Estaba en todo el vigor de su perfección ante Dios. Todos los órganos y facultades de su ser estaban desarrollados por igual y equilibrados armoniosamente (así podía detectar el pecado y no tuvo excusa, RAQ).

Cristo ocupó el lugar de Adán en el desierto de la tentación, para soportar la prueba en que éste fracasó. Entonces Cristo venció en lugar del pecador, cuatro mil años después de que Adán dio la espalda a la luz de su hogar. La familia humana, separada de la presencia de Dios, se había apartado más y más, generación tras generación, de la pureza original, de la sabiduría y el conocimiento que Adán poseía en el Edén. Cristo llevó los peca dos y las debilidades de la raza humana en la condición en que ésta se encontraba cuando él vino a la tierra para socorrer al hombre. En favor de la raza humana y con las debilidades del hombre caído sobre sí, debía resistir las tentaciones de Satanás en todos los puntos en los cuales sería atacado el hombre...
¡En qué contraste se halla el segundo Adán cuando entra en el sombrío desierto para hacer frente a Satanás sin ayuda alguna! La raza humana había ido disminuyendo en estatura y vigor físico desde la caída, y hundiéndose más y más en la balanza del valor moral, hasta el momento en que Cristo vino a la tierra. Y Cristo debía llegar hasta donde estaba el hombre caído, para levantarlo. Tomó la naturaleza humana y llevó las debilidades y la degeneración de la raza. El que no conoció pecado se convirtió en pecado por nosotros. Se humilló hasta las mayores profundidades de la miseria humana a fin de poder estar calificado para llegar hasta el hombre y elevarlo de la degradación en que lo había sumido el pecado (RH 28-7-1874).

Al tomar sobre sí la naturaleza humana en su condición caída, Cristo no participó en lo más mínimo en su pecado. Estuvo sometido a las debilidades y flaquezas por las cuales está rodeado el hombre "para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias". El se compadeció de nuestras debilidades, en todo fue tentado como lo somos nosotros, "pero sin pecado". El fue el cordero "sin mancha y sin contaminación". Si Satanás pudiese haber tentado a Cristo para que pecara en lo más mínimo, hubiera herido la cabeza del Salvador. Pero como sucedió, sólo pudo herir su talón. Si la cabeza de Cristo hubiera sido herida, habría perecido la esperanza de la raza humana. La ira divina habría descendido sobre Cristo como descendió sobre Adán. Cristo y la iglesia habrían quedado sin esperanza. . No debiéramos albergar dudas en cuanto a la perfecta impecabilidad de la naturaleza de Cristo. Nuestra fe debe ser una fe inteligente que mire a Jesús con perfecta confianza, con fe plena y completa en el sacrificio expiatorio (ST 9-6-1898).

1 comentario:

  1. Me pareció muy bueno y exhaustivo. Bendiciones.
    Le invito a leer mi blog sobre la segunda venida de Cristo en
    http://willygrossklaus.blogspot.com/

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