El que tiene oidos, oiga: 8.- Orando por el Espíritu Santo

viernes, 17 de julio de 2009

8.- Orando por el Espíritu Santo

Joya Bíblica:
“Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (S. Lucas 11:13).

Pregunta:
¿Será que estamos orando lo suficiente y con fe verdadera por el cumplimiento de su promesa?

Respuesta:
“No hay nada que Satanás tema tanto como que el pueblo de Dios limpie el camino quitando cada estorbo, de modo que el Señor pueda derramar su Espíritu Santo sobre una iglesia languideciente y una congregación impenitente... Cuando el camino esté preparado para el Espíritu de Dios, la bendición vendrá” (E. White, Review and Herald, 22-3-1887).

Cristo dedicó mucho tiempo a la oración en busca de poder: “De las horas pasadas en comunión con Dios El volvía mañana tras mañana, para traer la luz del cielo a los hombres. Diariamente recibía un nuevo bautismo del Espíritu Santo. En las primeras horas del nuevo día Dios lo despertaba de su sueño, y su alma y sus labios eran ungidos con gracia para que pudiese impartir a los demás. Sus palabras le eran dadas frescas de las cortes del cielo para que las hablase en sazón al cansado y oprimido” (Palabras de vida del Gran Maestro, pág. 105).

Debemos renovar nuestras oraciones por el Espíritu Santo: “Un día tras otro pasa a la eternidad, llevándonos siempre más cerca del fin del tiempo de gracia. Como nunca antes, debemos orar para que el Espíritu Santo nos sea concedido en mayor abundancia, y debemos esperar que su influencia santificadora sea sentida por los obreros, para que aquellos por quienes trabajen sepan que han estado con Jesús y han aprendido de El” (Obreros Evangélicos, p. 305).

“Por oración y confesión de pecados, debemos aparejar el camino del Rey. Mientras lo hagamos, el poder del Espíritu bajará sobre nosotros. Necesitamos la energía del Pentecostés. Y ésta vendrá porque el Señor ha prometido enviar su Espíritu como poder conquistador” (Obreros Evangélicos, pág. 323).

Los discípulos esperaban, oraban y creían: “Dios desea dar a su pueblo el refrigerio del Espíritu Santo, bautizándolos nuevamente en su amor. La falta de poder espiritual no tiene razón de ser en la iglesia. Después de la ascensión de Cristo, el Espíritu Santo bajó sobre los discípulos que esperaban, oraban y creían, con una plenitud y poder que llenó todos los corazones” (Joyas de los Testimonios, T. 3, pág. 305).

“Vi que si la iglesia hubiese conservado siempre su carácter peculiar y santo, todavía permanecería en ella el poder del Espíritu Santo que recibieron los discípulos. Sanarían enfermos, los demonios serían reprobados y echados, y la iglesia sería potente, y un terror para sus enemigos” (Primeros Escritos, pág. 227).

Este es el tiempo de ejercer fe sincera y pura: “Esto es fe sincera y pura: creer que recibiremos la bendición aún antes de recibirla en realidad. Cuando la bendición prometida se siente y se disfruta, la fe queda anonadada. pero muchos suponen que tienen gran fe cuando participan del Espíritu Santo en forma destacada, y que no pueden tener fe a menos que sientan el poder del Espíritu Santo. Los tales confunden la fe con la bendición que nos llega por medio de ella. precisamente el tiempo más apropiado para ejercer fe es cuando nos sentimos privados del Espíritu” (Primeros Escritos, pág. 72).

Ni excitación humana, ni cuestionamiento a la obra del Espíritu de Dios: “Ahora hermanos, tened cuidado de no caer en un proceso de excitación humana y de no crearlo. Pero si bien es cierto que deberíamos ser cuidadosos para no caer en un proceso de excitación humana, no deberíamos encontrarnos entre quienes cuestionan la obra del Espíritu de Dios y alientan dudas con respecto a ella, porque habrá quienes formularán objeciones y críticas cuando el Espíritu de Dios se posesione de los seres humanos, debido a que sus propios corazones no han sido conmovidos sino que se encuentran fríos e insensibles” (Mensajes Selectos, t. 2, pág. 65, 66).

No abandonéis vuestra cámara, la promesa nos pertenece: “No abandonéis vuestra cámara hasta que os sintáis fuertes en Dios; luego velad y mientras veléis y oréis, podréis dominar los pecados que os asedian, y la gracia de Dios podrá manifestarse en vosotros; y lo hará” (Joyas de los Testimonios, T. 1, pág. 52).
“A nosotros hoy, tan ciertamente como a los primeros discípulos, nos pertenece la promesa del Espíritu. Dios dotará hoy a hombres y mujeres del poder de lo alto, como dotó a los que, en el día de Pentecostés, oyeron la palabra de salvación...” (Joyas de los Testimonios, tomo 3, pág. 210).

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