El que tiene oidos, oiga: La Biblia

domingo, 26 de julio de 2009

La Biblia

Discurso de Donoso Cortés, orador y publicista español, al asumir la cátedra al reemplazar al fallecido Juan Francisco Marques de Vadegamas.


'' Hay un libro, tesoro de un pueblo que es hoy fábula y ludibrio de la tierra, que fue en tiempos pasados estrella del oriente, adonde han ido a beber su divina inspiración todos los grandes poetas de las regiones occidentales del mundo, y en el cual han aprendido el secreto de levantar los corazones y de arrebatar las almas con sobrehumanas y misteriosas armonías. Ese libro es la Biblia, el libro por excelencia.

En él aprendió Petrarca a modular sus gemidos; en él vió Dante sus terroríficas visiones; de aquella fragua encendida sacó el poeta de Sorrento los espléndidos resplandores de sus cantos. Sin él, Milton no hubiera sorprendido a la mujer en su primera flaqueza, al hombre en su primera culpa, a Luzbel en su primera conquista, a Dios en su primer ceño; ni hubiera podido decir a las gentes la tragedia del Paraíso, ni cantar con canto de dolor la mala ventura y triste hado del humano lenguaje. Y para hablar de nuestra España, quien enseñó al maestro Fr. Luis de León a ser sencillamente sublime? De quién aprendió Herrera su entonación alta, imperiosa y robusta? Quién inspiraba a Rioja aquellas lúgubres lamentaciones, llenas de pompa y majestad, henchidas de tristeza, que deja caer sobre los campos marchitos y sobre los mustios collados, y sobre las ruinas de los imperios, como un paño de luto. En cual escuela aprendió Calderón a remontarse a las eternas moradas sobre las plumas de los vientos? Quién pasó delante de los ojos de nuestros grandes escritores místicos los obscuros abismos del corazón humano? Quién puso en sus labios aquellas tremendas imprecaciones y aquellas fatídicas amenazas, y aquellos arranques sublimes, y aquellos sumarísimos acentos de encendida caridad y de castísimo amor, con que unas veces ponían espanto en la conciencia de los pecadores, y otras levantaban hasta el arrobamiento las limpias almas de los justos?

Suprimid la Biblia con la imaginación, y habréis suprimido la bella, la grande literatura española, o la habréis despojado al menos de sus destellos mas sublimes, de sus más espléndidos atavíos, de sus soberbias pompas, y de sus santas magnificencias.

Y que muchos, señores, que las literaturas se deslustren, si con la supresión de la Biblia quedarían todos los pueblos asentados en tinieblas y en sombra de muerte. Porque en la Biblia están escritos los anales del cielo, de la tierra y del género humano; en ella como en la divinidad misma, se contienen lo que fue, lo que es, y lo que será: en su primera página, se cuenta el principio de los tiempos y el de las cosas; y en su última página el fin de las cosas y de los tiempos. Comienza con el Génesis, que es un idilio; y acaba con el Apocalipsis de San Juan, que es un himno fúnebre. El Génesis es bello como la primera brisa que refrescó a los mundos; como la primera aurora que se levantó en el cielo; como la primera flor que brotó en los campos; como el primer son que apareció en el oriente. El Apocalipsis de San Juan es triste como la última palpitación de un moribundo. Y entre este himno fúnebre y aquel idilio, vense pasar unas en pos de otras a la vista de Dios todas las generaciones, y unos en pos de otros, todos los pueblos; las tribus van con sus patriarcas; las repúblicas con sus magistrados; las monarquías con sus reyes; y los imperios con sus emperadores: Babilonia pasa con su abominación; Ninive con su pompa; Menfis con su sacerdocio; Jerusalén con sus profetas y su templo; Atenas con sus artes y con sus héroes; Roma con su diadema y con los despojos del mundo.

Nada esta firme sino Dios; todo lo demás pasa y muere, como pasa y muere la espuma que va deshaciendo la ola.

Allí se cuentan o se predicen todas las catástrofes; y por eso están alli los modelos inmortales de todas las tragedias; allí se hace el recuento de todos los dolores humanos; por eso las arpas bíblicas resuenan lúgubremente, dando los tonos de todas las lamentaciones y de todas las elegías. Quién volverá a gemir como Job, cuando derribado en el suelo por una mano excelsa que le oprime, hinche con sus gemidos y humedece con sus lágrimas los valles de Idumea? Quién volverá a lamentarse, como se lamentaba Jeremías en torno de Jerusalén, abandonada de Dios y de las gentes? Quién será lúgubre y sombrío, como era sombrío y lúgubre Ezequiel, el poeta de los grandes infortunios y de los tremendos castigos, cuando daba a los vientos su arrebatada inspiración, espanto de Babilonia? Cuéntanse alli las batallas del Señor, en cuya presencia son vanos simulacros las batallas de los hombres; por eso, la Biblia, que contiene los modelos de todas las tragedias, de todas las elegías, y de todas las lamentaciones, contiene también el modelo inimitable de todos los cantos de alegría...

Libro prodigioso aquel, señores, en que el género humano comenzó a leer treinta y tres siglos ha; y con leer en el todos los días, todas las noches y todas las horas, aún no ha acabado su lectura. Libro prodigioso aquel, en que se calcula todo, antes de haberse inventado la ciencia de los cálculos; en que sin estudios lingüísticos, se da noticia del origen de las lenguas; en que sin estudios astronómicos, se computan las revoluciones de los astros; en que sin documentos históricos se cuenta la historia; en que sin estudios físicos, se revelan las leyes del mundo. Libro prodigioso aquel, que lo ve todo y que lo sabe todo; que sabe los pensamientos que se levantan en el corazón del hombre, y los que están presentes en la mente de Dios; que ve lo que pasa en los abismos del mar, y lo que sucede en los abismos de la tierra; que cuenta o predice todas las catástrofes de las gentes y en donde se encierran y atesoran todos los tesoros de la misericordia, todos los tesoros de la justicia y todos los tesoros de la venganza. Libro en fin, señores, que cuando los cielos se replieguen sobre si mismos como un abanico gigantersco y cuando la tierra parezca desmayos, y el sol recoja su luz y se apaguen las estrellas, permanecerá el solo con Dios, Porque es su Eterna Palabra resonando eternamente en las alturas.-

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