El que tiene oidos, oiga: La dinámica de la inspiración

miércoles, 29 de julio de 2009

La dinámica de la inspiración

En las páginas sagradas de la Biblia descubrimos al menos seis modelos, o patrones, de inspiración. Estos modelos arrojan luz sobre el misterioso proceso por medio del cual Dios se comunica con la humanidad y nos ayuda a comprender mejor la dinámica de la inspiración de Elena de White.

1. El modelo “visionario” de inspiración
Muchos cristianos piensan en el modelo “visionario” –en el que Dios habla mediante visiones y sueños proféticos- como la única forma en la que Dios revela su voluntad a los profetas. Este modelo sugiere visiones de un carácter sobrenatural en las cuales el profeta muestra señales de estar siendo controlado por un poder sobrenatural. Tales señales, como la falta de respiración o fuerza inusual –o la falta de fuerza- pueden encontrarse en el testimonio de los profetas bíblicos así como también en Elena G. de White.

El modelo visionario incluye también experiencias aparte de las visiones y sueños, tales como teofanías, en las cuales la presencia real de seres celestiales es vista u oída. Moisés en el desierto de Media y Josué en las planicies de Jericó recibieron sus mensajes en persona por medio de seres divinos que se les presentaron en forma real. En otros ejemplos, los ojos del profeta se abrieron para ver el mundo invisible de los seres espirituales involucrados en el gran conflicto entre el bien y el mal.
Las visiones son tan reales para los profetas que a veces es difícil para ellos distinguir entre una visión y la realidad. Pueden contar a las personas, “vi yo al Señor” y “oí la voz del Señor” (Isa 6:1, 8). Las visiones sobrenaturales aseguran a la persona honesta y sincera que Dios les está hablando a ellos mediante la voz y la pluma de los profetas.
Pero la Biblia incluye varios otros modelos de inspiración aparte del visionario.

2. El modelo “testigo” de inspiración
En el modelo “testigo”, Dios parece inspirar al profeta para que relate su propia versión de las cosas vistas y oídas. Juan pudo escribir: “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, … lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos” (1 Jn 1:1-3). Ser un testigo significa relatar la historia como la ve –o percibe- el individuo. Técnicamente, a un testigo no se le permite hacer referencia a puntos de vista u opiniones dadas por otros. Dios inspira a una persona para que dé su propio relato sin sueños o visiones adicionales, pero todavía el mensaje es el resultado de la inspiración divina, porque el Espíritu Santo impresiona la mente del profeta y lo inspira a escribir como testigo.

Los evangelios de Mateo y de Juan son el resultado del modelo “testigo”. Estos apóstoles no necesitaron una revelación sobrenatural para relatar la historia de Jesús; ellos eran parte de la historia. Los evangelios no son menos inspirados que los escritos visionarios porque no son justamente el resultado de una visión. Fueron inspirados en una forma diferente; el Espíritu Santo estaba usando un modelo diferente.

Algunos creyentes adventistas tienen dificultades tratando de comprender cómo funciona la inspiración cuando Elena de White da su propio testimonio en sus obras autobiográficas, o cuando relata la historia del movimiento adventista como ella lo vivió. ¿Son estos registros menos inspirados que los otros que comienzan con “yo vi”? No. No creemos en “niveles” o “grados” de inspiración; más bien creemos que Dios usa diferente formas para inspirar a la persona para que escriba un mensaje.

3. El modelo “historiador” de inspiración
Así como los evangelios de Mateo como de Juan son el resultado de un modelo “testigo”, Marcos y Lucas provienen de lo que podríamos describir como un modelo “historiador” de inspiración. Lucas dice en forma franca que su relato de Jesús no vino por medio de visiones y sueños, sino por la investigación. “Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas,… me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, excelentísimo Teófilo” (Luc 1:1-3).

En el modelo “historiador”, Dios inspira al profeta a buscar en fuentes tales como registros históricos, informes de testigos visuales, y colecciones orales o escritas. Podemos estar seguros que Dios guía a sus siervos para que vayan a las personas confiables, a hagan las preguntas correctas, y a que citen de las fuentes apropiadas.
Aparte de Marcos y Lucas, los libros de Hechos, Éxodo, Josué, Esdras y Ester ilustran como algunos registros históricos, incluyendo diarios de viaje, llegan a formar parte de escritos inspirados. Ni Moisés ni Lucas necesitaron una revelación especial para registrar la historia del Éxodo o de la iglesia apostólica. No obstante, el Señor sabía que esas narraciones no sólo alentarían a su pueblo en tiempos posteriores sino que también los aconsejaría y advertiría. Consecuentemente, inspiró a sus siervos para registrar aquellos viajes y circunstancias que rodeaban a su pueblo.

El modelo historiador de inspiración también nos permite comprender mejor porqué Elena de White incluyó registros históricos –muchas veces de fuentes seculares- entre sus escritos inspirados. Un cita secular llega a ser parte integrante de un escrito inspirado no por un cambio alquimista en su sustancia, sino por la libertad que Dios concede al profeta de usar la fuente que considere necesaria para lograr que el texto final del mensaje sea claro y completo.

El modelo historiador de inspiración nos ayuda a comprender el uso de las fuentes religiosas además de las visiones y sueños proféticos. Al igual que Lucas fue a personas religiosas en búsqueda de información acerca de la historia de Jesús, Elena de White fue a los libros religiosos para buscar expresiones y figuras literarias que le permitieran dar “un claro conjunto del asunto” de lo que había sido inspirada a presentar.

4. El modelo “consejero” de inspiración
En el modelo “consejero”, el profeta actúa como un asesor para el pueblo de Dios. Por ejemplo, Pablo trata con cuestiones familiares en la primera carta a los corintios. En algunos momentos, él tiene un “mandamiento” del Señor (1 Cor 7:10). En otros, no tiene revelación especial (versículo 25), pero eso no le impide dar un consejo inspirado –consejo que proviene de una mente llena con el Espíritu de Dios (versículo 40).

Una gran parte de los escritos de Elena G. de White provienen del modelo consejero de inspiración. Muchas veces ella usa el término “vi” cuando da un consejo a padres y maestros, cuando advierte a niños y jóvenes, o cuando da mensajes de amonestación a ministros y administradores; pero muchas veces no lo hace. No debemos dar menor valor a los consejos de los que no se dice que son por revelación especial. Eso limitaría al Señor a un único método de comunicación. Dios inspira al profeta a usar su propio juicio al dar consejo; consejo proveniente de una mente iluminada por el mismo Espíritu que daba visiones y sueños.

5. El modelo “epistolar” de inspiración
Las cartas de Santiago, Juan, Pablo y Pedro contienen inspiración, devoción, instrucción y corrección [p. 25] para los creyentes del primer siglo y también para los cristianos de los siglos posteriores. No obstante en el marco de trabajo de la dinámica de la inspiración, las epístolas nos confrontan con nuevos dilemas: primero, cómo manejar cartas personales hechas pública mediante su incorporación en el canon bíblico; segundo, cómo comprender la inspiración cuando el profeta escribe saludos, nombres, circunstancias, e incluso cosas comunes que no requieren de una revelación especial.
Seguramente Pablo nunca imaginó que sus cartas a Timoteo, Tito y Filemón llegarían a ser de dominio público. Pero el Señor planificó que esas cartas sean parte del canon para llevar inspiración, instrucción y consuelo a muchos ministros y creyentes jóvenes que enfrentaran circunstancias similares.

De igual modo, Elena de White nunca imaginó que sus cartas personales, especialmente aquellas dirigidas a su esposo y sus hijos, llegaran a ser de dominio público. Al decidir ponerlas a disposición, el Patrimonio White consideró dos principios: primero, Elena de White misma estableció que los testimonios dirigidos a un solo individuo para instruir, corregir o alentar a esa persona en una situación particular podría ser de ayuda a otros también. Segundo, si el Señor permitió que las cartas personales de Pablo estén en la Biblia para que sirvieran a una audiencia más amplia, ¿por qué no podría hacer lo mismo con un profeta posterior?

La correspondencia de Pablo con los corintios revelan sus emociones –sentimientos de desaliento e incluso de repulsión por los graves pecados permitidos en la iglesia. El Espíritu Santo no entró en escena con una revelación o visión especial. Más bien, el Espíritu inspiró al siervo de Dios a expresarse con sus propios sentimientos y afectos. Pero en el caso de que algunos creyentes considerarán este mensaje sólo una carta proveniente de un pastor preocupado, el apóstol les recordó que cualquier cosa que él predicara o enseñase –o incluso escribiera- era el resultado de las enseñanzas del Espíritu (1 Cor 2:1-13).

Las cartas personales de Elena de White muestran al profeta en intercambio con su audiencia, expresando su carga y sentimientos. Muchas veces no hay un “yo vi” al comienzo de la carta. Pero esto no significa que ella esté sólo escribiendo sus sentimientos y opiniones personales. Ella está consciente de la fuente divina de sus escritos.

6. El modelo “literario” de inspiración
En el modelo “literario”, el Espíritu Santo inspira al profeta a expresar sus sentimientos y emociones íntimas mediante el recurso de la poesía o la prosa, como en los salmos.
Elena de White no era una poeta; no obstante, ella expresó sus sentimientos y emociones íntimas en miles de páginas manuscritas de sus diarios. En esas páginas el creyente encuentra [p. 26] inspiración, instrucción, corrección y consuelo, como en cualquier otra porción de los escritos inspirados.

Pero hay una dimensión más amplia de la dinámica de la inspiración. Al dar su mensaje, Dios no sólo usó seres humanos sino también lenguaje humano. Ambos son imperfectos. ¿Cómo pueden afectar estos vehículos imperfectos el mensaje perfecto de Dios?

1. Un mensajero imperfecto
El hecho de que los profetas fueran llamados “santos hombres de Dios” (2 Pedro 1:21) no significa que ellos fueran sin pecado ni nos impide reconocer su debilidad como seres humanos. Cualquier intento de hacer “perfectos” a los profetas bíblicos será confrontado por el mismo registro bíblico. Piense en el rey David. Aunque era un profeta, cometió pecados graves. Cuando su relación con Dios se vio quebrantada por el pecado, Dios envió a otro profeta a corregir a su siervo (2 Sam 12:1-13). Después del arrepentimiento de David, la forma de comunicación estaba abierta otra vez, y él fue inspirado a escribir hermosos salmos de confesión (Sal 51).

No debemos depositar nuestra confianza en los profetas bíblicos sobre la base de un registro perfecto de la vida del profeta. Ni debemos hacerlo con un profeta moderno –la autoridad de la palabra profética no se basa sobre una vida perfecta o comportamiento perfecto. Elena de White nunca pretendió perfección o infalibilidad. “Acerca de la infalibilidad, nunca pretendí tenerla. Sólo Dios es infalible. Su palabra es verdad y en él no hay cambio ni sombra de variación.” De sus diarios y cartas personales, sabemos que a veces se desalentaba; a veces tenía desacuerdos con su esposo; muchas veces tenía que pedir perdón; cometía errores.

2. Un profeta equivocado
En el registro bíblico encontramos ejemplos en los que un profeta debía ser corregido debido a sus ideas preconcebidas. Los primeros apóstoles creían que sólo los judíos serían salvos. El Espíritu Santo tenía que corregir tal idea si el evangelio iba a ser llevado al mundo. Una visión en el caso de Pedro (Hechos 10, 11) y revelaciones especiales en el caso de Pablo (Efe 3:3-6) iluminaron a los apóstoles y por tanto a toda la iglesia.

En el movimiento adventista también encontramos ejemplos de cuando el profeta tuvo que ser corregido a causa de sus ideas preconcebidas. Nuestros pioneros estuvieron muy limitados en su comprensión de la misión por un error teológico traído del movimiento millerita –la doctrina de la puerta cerrada, la creencia que la puerta de la gracia estaba cerrada. Incluso Elena de White la aceptó. En visiones sucesivas, el Espíritu corrigió la idea, primero en su mente y luego, mediante ella, al movimiento entero.

El hecho de que el Espíritu Santo corrigiera cualquier error doctrinal relacionado con la misión global en las mentes de Pedro, Pablo y Elena de White nos da la seguridad de que el Espíritu está en el control del mensaje inspirado.

En otros ejemplos un profeta tiene que ser corregido porque el consejo o sugerencia era diferente al plan del Señor. Así encontramos al profeta Natán aprobando primero el plan de Dios para construir la casa del Señor, pero el Señor corrigió la idea.

Encontramos paralelos en el ministerio de Elena de White. En 1902 la casa publicadora operada por los Adventistas del Séptimo Día en el sur de los Estados Unidos estaba luchando con problemas financieros. Los líderes de la iglesia buscaron el consejo inspirado. Después de algunas consideraciones, Elena de White apoyó la decisión de los líderes de cerrar la casa publicadora. Pero durante la noche Dios corrigió a su mensajera. Tuvo que escribir un mensaje diferente.

Otro ejemplo es que los escritores del Nuevo Testamento creían que el regreso de Jesús estaba cercano. Aunque no podemos seguir la forma cronológica exacta en la que el Espíritu Santo trató con este tema, sabemos que los apóstoles recibieron información adicional. Por ejemplo, en la primera carta a los Tesalonicenses, Pablo da la impresión de que el esperaba estar vivo para el regreso del Señor (1 Tes 4:16, 17). No obstante, información adicional entre las dos carta lo llevaron a advertir a la iglesia a que no esperaran la venida del Señor inmediatamente (2 Tes 2:1-4).

De igual forma, Juan estaba convencido de que estaba viviendo en la “última hora” (1 Juan 2:18). Visiones posteriores le dieron la oportunidad de contar a la iglesia, seguramente con tristeza, que muchas cosas sucederían –incluso fieras persecuciones - antes de la venida del Señor. Indudablemente, el libro de Apocalipsis fue la respuesta del Espíritu a muchas preguntas que se levantaban en la mente del amado apóstol.
Todos los creyentes en el movimiento adventista, la mensajera del Señor incluida, compartieron la convicción de que la venida del Señor estaba cercana. No necesitamos avergonzarnos [p. 27] por el hecho de que Elena de White expresa sus expectativas, así como Pablo, Pedro y Juan en tiempos bíblicos. Una vez más el Espíritu Santo tuvo que corregir algunas ideas e dar información adicional para que guiara a la iglesia en la dirección correcta.

En 1856, se le mostró a Elena de White que algunos creyentes que asistirían a una reunión estarían vivos hasta la segunda venida de Jesús. En los años siguientes, el Señor le dio una visión extensa del gran conflicto con información adicional acerca del período que todavía estaba en el futuro. También se le reveló que “puede que tengamos que permanecer en este mundo varios años más a causa de la insubordinación.”

3. Lenguaje imperfecto
Los Adventistas del Séptimo Día no creen en una inspiración verbal (la idea de que Dios dictó las palabras exactas al profeta). Con la excepción de los Diez Mandamientos, toda la palabra inspirada es el resultado de la combinación del esfuerzo del Espíritu Santo, quien inspira al profeta con una visión, una impresión, un consejo o un discernimiento; y el profeta, quien empieza a buscar una frase, figuras literarias y expresiones para comunicar fielmente el mensaje de Dios.

Dios da al profeta libertad de seleccionar el tipo de lenguaje que quiere usar. Ésta es la causa de las diferencias de estilos de los escritores bíblicos y explica por qué Elena de White describe el lenguaje usado por los escritores inspirados como “imperfecto” y “humano”.

Porque “todo lo que es humano es imperfecto”, necesitamos aceptar la idea de las imperfecciones y errores en los escritos bíblicos y los de Elena de White. Esto implica por lo menos dos cosas: 1. El profeta utiliza su lenguaje diario y común, adquirido en la infancia y enriquecido mediante el estudio, la lectura y viajes; no hay nada sobrenatural o divino en el lenguaje usado. 2. El profeta puede cometer errores ortográficos o gramaticales, como también otras imperfecciones en el lenguaje, como lapsus linguae (una falta propia del lenguaje) o lapsus memoriae (alguna equivocación relacionada con la falta de memoria), la cual debe ser corregida por un editor antes de que el texto esté listo para su publicación. El editor no corrige el mensaje inspirado, sino corrige el lenguaje no inspirado.

Encontramos un lapsus linguae en el Evangelio de Mateo, cuando el cita a Zacarías pero menciona a Jeremías en relación con las 30 piezas de plata (Mateo 27:9; Zacarías 11:12,13; Jeremías 32:6-9). Para una persona que cree en una inspiración verbal, esto plantea serios interrogantes; pero para aquellos que aceptan que el Señor habla a los seres humanos en lenguaje imperfecto, esto ilustra como el mensaje divino nos alcanza mediante un lenguaje imperfecto.

La siguiente declaración de Elena de White, cuando ella cita a Pablo pero menciona a Pedro, es similar: “`El amor de Cristo nos constriñe’, declaró el apóstol Pedro. Este fue el motivo que impulsó al ardiente discípulo en su ardua labor en la causa del evangelio”. [p. 28] Afortunadamente, tenemos bastante evidencia en la Biblia, al igual que en la historia del movimiento Adventista, para mostrarnos que el Espíritu Santo en todo tiempo corrigió a sus mensajeros en cuestiones importantes de la Iglesia.

El Señor nos sorprende con sus asombrosos y a veces extraños caminos. Al comunicarse con su pueblo, Él ha seleccionado seres humanos, dedicados pero imperfectos, que usaban lenguaje defectuoso, como sus instrumentos para comunicar su mensaje. Debemos ser agradecidos con nuestro Padre celestial porque el no eligió un lenguaje “sobrehumano” entendido sólo por unas pocas personas selectas, sin embargo prefirió usar nuestra forma imperfecta y común de ver y entender las cosas.

Al aceptar sus maneras, debemos ser cuidadosos de no confundir el contenido con el envase. No debemos descartar el “tesoro” interior, sólo porque el “recipiente” es imperfecto y a veces indigno.


Este artículo apareció en el número de Adventist Review, del 30 de mayo de 1996, pp. 22-28. Se traduce con permiso.
Un estudio de los mensajes de Elena de White
Por Juan Carlos Viera, Director del Patrimonio White

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