El que tiene oidos, oiga: 2.- El Espíritu Santo, Persona Divina

viernes, 17 de julio de 2009

2.- El Espíritu Santo, Persona Divina

JOYA BÍBLICA:
“Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (San Juan 16:7,8).

Pregunta:
¿ El Espíritu Santo es el poder que emana de Dios o es una Persona Divina ?

Respuesta:
La personalidad del Espíritu Santo: “El Espíritu Santo tiene una personalidad, de lo contrario no podría dar testimonio a nuestros espíritus y con nuestros espíritus de que somos hijos de Dios. Debe ser una persona divina, además, porque en caso contrario no podría escudriñar los secretos que están ocultos en la mente de Dios. “Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él ? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios” (I Cor. 2:11).

El príncipe del poder del mal puede ser mantenido en jaque únicamente por el poder de Dios en la tercera persona de la Divinidad, el Espíritu Santo” (Special Testimonies, Serie A, Nº 10, pág. 37, 1987.

Nuestra gran necesidad: “El ministerio del Espíritu Santo que obra en el alma es nuestra gran necesidad. El Espíritu es completamente divino en los elementos que utiliza y en su demostración. Dios desea que tengáis dotes espirituales llenas de gracia; entonces trabajaréis con un poder que nunca antes conocisteis. El amor, la fe y la esperanza se harán presentes en forma permanente. Podéis avanzar con fe, creyendo que el Espíritu Santo os acompaña” (Carta 77, 1895).

La naturaleza del Espíritu es un misterio: “No es esencial para nosotros ser capaces de definir con precisión qué es el Espíritu Santo. Cristo nos dice que el Espíritu es el Consolador, ‘el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre’ (Juan 15:26). Se asevera claramente tocante al Espíritu Santo, que en su obra de guiar a los hombres a toda verdad, ‘no hablará de sí mismo’ (Juan 16:13).

“La naturaleza del Espíritu Santo es un misterio. Los hombres no pueden explicarla, porque el Señor no se la ha revelado. Los hombres de conceptos fantásticos pueden reunir pasajes de las Escrituras y darles interpretación humana; pero la aceptación de esos conceptos no fortalecerá a la iglesia. En cuanto a estos misterios, demasiado profundos para el entendimiento humano, el silencio es oro” (Los hechos de los apóstoles, págs. 42, 43).

Una persona plenamente divina: “El Consolador que Cristo prometió enviar después de ascender al cielo, es el Espíritu en toda la plenitud de la Divinidad, manifestando el poder de la gracia divina a todos los que reciben a Cristo y crecen en él como un Salvador personal. Hay tres personas vivientes en el trío celestial; en el nombre de estos tres seres grandiosos : el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, se bautizan los que reciben a Cristo por medio de una fe viva, y estos poderes cooperarán con los obedientes siervos del cielo en sus esfuerzos por vivir la nueva vida en Cristo” (Testimonies, serie B, Nro. 7, pag. 62,63)

No podemos emplear al Espíritu: “No podemos nosotros emplear al Espíritu Santo; el espíritu es quien nos ha de emplear a nosotros. por medio del espíritu, Dios obra en su pueblo ‘así el querer como el hacer, por su buena voluntad’. Pero muchos no quieren someterse a ser guiados. Quieren dirigirse a sí mismos. Esta es la razón por la cual no reciben el don celestial. (Obreros Evangélicos, pag. 302)

El es el principio de la vida eterna: “Los que ven a Cristo en su verdadero carácter, y le reciben en el corazón, tienen vida eterna. Por el Espíritu es como Cristo mora en nosotros; y el Espíritu de Dios, recibido en el corazón por la fe , es el principio de la vida eterna (Id., pag. 352).

Descenderá sobre una iglesia despertada: Cuando tengamos una consagración completa y sincera al servicio de Cristo, Dios reconocerá el hecho mediante un derramamiento de su Espíritu sin medida; pero esto no ocurrirá mientras la mayor parte de la iglesia no esté trabajando juntamente con Dios” ( R&H, 21 de julio, 1896).

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