El que tiene oidos, oiga: mayo 2007

viernes, 25 de mayo de 2007

Problemáticas familiares del nuevo milenio

Como toda familia con niños pequeños, los Rodríguez aspiran darle a sus hijos una buena calidad de vida, es decir vivir en una casa de barrio, que tenga jardín y enviarlos a un buen colegio privado y si este es cristiano y adventista mucho mejor, porque ahora la educación es esencial para asegurarse un porvenir.

Ambos esposos provienen de familias bien arraigadas, con el ejem­plo de sus padres se sienten seguros para educar.

Diez años después, Juan ya ocupa un cargo gerencial y Carla es dueña de un negocio. Los chicos van a un colegio de la zona, se llevan algunas materias pero zafan. Cuando vuelven a las cinco de la tarde se encuentran con veci­nos, ven televisión o se cuelgan a Internet. Los sábados y domingos son muy intensos: Durante la mañana del sábado los chicos y los grandes todos van a la iglesia. A la tarde, las mil y una actividades en el templo o en el trabajo misionero no deja lugar a la relación familiar entre esposos y ellos con los hijos. Soledad de 16 años, tiene su grupo de amigas, van de casa en casa, y a la noche van a los sociales de la iglesia o a bailar al boliche como lo hacen todos los chicos de su edad. Pedro ya de 14 es fanático de fútbol, juega al fútbol y/o escucha música. Reunir a la familia es muy complicado, el domingo se pierde entre compromisos con amigos, la iglesia, deporte y programas nocturnos como “fútbol de primera” un clásico para los hombres.

De pronto todo se descalabro, Pedrito repite segundo año y debe cambiar de colegio. Al novio de Soledad lo des­cubrieron fumando marihuana, la amiga de tan buenos modales, es anoréxica y la vecina de 17 años está embaraza­da de un compañero de clase. Soledad vive a dieta, ¿se habrá drogado, será virgen, será anoréxica? y ¿que pasó con Pedro que en la primaria recibió premios al mejor esfuerzo?

A Juan y a Carla le resulta muy difícil hablar con los chicos, no saben que hacer, ¿qué pasó con la familia? Consideran que para que sus hijos tengan todo lo que necesitan y que un padre aspira darle para transformarlo en personas de bien necesitan : un excelente colegio, una religión y una vida “en familia”. Los amigos de Juan y Carta les dicen: “Es la adolescencia”, pero ellos no se acuerdan que la suya fuera similar.

Juan y Carla no tienen en cuenta los cambios fundamentales en la ecología familiar:
· Fortalecimiento de los medios de comunicación, acceso a 180 canales de televisión, capacidad de alquilar cualquier película con sólo apretar un botón del control remoto, aprenden hacer chicos de 6 años que logran acceder a cualquier material.
· Alta tecnología asociada a la computadora dentro de la casa, incluyendo Nintendo, e-mail., diversión, información y comunicación indiscriminado a mano de cualquiera.
· Permanente comunicación a través del fax, y los telé­fonos celulares e inalámbricos que invaden la intimidad.
· La sexualización progresiva de la cultura.

Los Rodríguez no tuvieron en cuenta que los agentes más poderosos que educaron a sus hijos fueron los medios masivos como la televisión y las revistas.

Juan y Carla se formaron leyendo incontables libros, desde Sandokan, Heidi, los libros de Enid Blyton hasta “El diario de Ana Frank”, “Exodo”, etc, crecieron viendo en la televisión “Los picapiedras”, “ El pato Donald”, “Rolando Rivas taxista” y “Las ca­lles de San Francisco”. Sus hijos sólo leyeron lo que el colegio los obligó. Crecieron viendo por televisión “Chiquititas”, “Cebollitas”, “Media naranja” y “Verano del 98”, Patito feo y aunque no entendían, les divertía “Los Simpson”.

Soledad y Pedro aprendieron de las propagandas que ellos son las personas más importantes del universo, que los impulsos no deben ser frenados, que el dolor no debe ser tolerado y que el remedio para cualquier dolor es un pro­ducto. Con los medios se socializa a los chicos para que se centren en sí mismos, sean repulsivos y adictos y por sobre todo, consumidores. A los 5 años escucharon que hay asesinos que violan y matan y ya habían visto decenas de relaciones sexuales, es decir escucharon información y vieron escenas que su cerebro no estaba preparado para decodificar.

Carla y Juan: “Si con nuestros pro­pios padres de eso no se hablaba y la religión dice que no debe existir el sexo hasta el casamiento, qué les vamos a decir”.

Podemos proteger a nuestros hijos y pro­hibirles la televisión pero ellos viven en un mundo con chicos que fueron socializados en el sistema de valores de los medios. El colegio donde están ocho horas por día y que sale una fortuna machaca con libros e información aburrida que no pueden competir con las telenovelas y las series de acción.

La aspiración de la/el adolescente es ser físicamente esbelto/a y tener el mismo éxito que sus ídolos de la televisión y del deporte cuyas conductas en sus vidas privadas y profe­sionales no condicen para nada con los valores de sus padres.

Toda la familia entró en la rueda del consumismo. El auto hay que cambiarlo cada dos años, el minicomponente o la computadora rápidamente se tornan obsoletas. Zapatillas Nike, Adidas, Lee, ropa de Narrow, Vitamina etc. y para lograrlo hay que trabajar más horas, es decir volver más tarde al hogar.
Juan está diez horas afuera de casa, vuelve agotado, los martes tiene reunión de comisión del club y los jueves toma clases de golf. Carla intenta volver a la casa a las seis de la tarde, los chicos están cada uno en su cuarto mirando TV, al teléfono o en la computadora. El perro es el único que saluda. Se cena rápi­do, interrumpe el teléfono inalámbrico instalado sobre la mesa, el fax o la llamada esperada del teléfono celular. Además comienza “Vailando por un sueño o Gran Hermano, ”.

El verano en la playa no modifica los hábitos. La intensa vida social y deportiva no deja lugar para el diálogo fami­liar. Se llevan la televisión y el vídeo para los días de lluvia.

Juan y Carla se interesan por la educación de sus hijos, Carla participó de talleres y charlas y Juan entrena una división de fútbol. A pesar de eso, algo anda mal porque los chicos están en problemas.
¿Por qué ahora en el 2000 es más difícil ser un padre suficientemente bueno?

Cuando un adolescente tiene problemas se tiende a culpar a los padres, siempre han sido un blanco fácil. Porque son permisivos o demasiado autoritarios, pegoteados o cada uno está por su lado, se pelean entre sí o están divorciados, o los chicos son adoptados, o son hiperactivos.

Nadie se salva, todas las familias tienen historias macabras y personajes nefastos, acarrean sus prejuicios y culpas, tienen algunos miembros demasiado sensibles y otros demasiado fríos, atraviesan crisis y conflictos, a veces con­trolan otras veces ignoran y permanentemente se equivo­can. Cada familia tiene su talón de Aquiles, pero nadie habla de la crisis cultural de los 90 y de la falta de culto familiar. Como pastor, veo familias que trabajan muchas horas, se interesan y quieren lo mejor para sus hijos, padres que acuden a mí desesperados, todos quieren que sus hijos sean felices y realizan grandes sacrificios para lograrlo.

Tenemos herramientas nuevas: fax, computadora, 180 canales de televisión, celulares, tenemos nuevos entretenimientos dentro de hogar como el Nintendo y el vídeo, Internet que nos da acceso a todo tipo de infor­mación, y e-mail que nos permite comunicarnos con cualquier persona del mundo. Todas esas herramientas tienen su buen uso y no deben ser eliminadas. El problemas está en el efecto acumulativo que ha cambiado nuestros hábitos de vida y por ende la interacción familiar. Estas he­rramientas fueron agregadas una por vez y no somos conscientes de los efectos psicológicos de toda esta tec­nología. Lentamente fuimos absorbiendo el cambio y se modificaron los hábitos familiares en ese proceso.

Nuestros hijos están creciendo en una sociedad totalmente orientada al consumo, sociedad sexualizada con valores dis­tintos a los que pretendimos darles. Ahora las familias se quedaron sin libreto de como educar y deben recurrir al psicólogo como Juan y Carla.

Cada familia es única y debe resolver su problemática en forma única “puestos los ojos en Jesús” Heb. 12:2. Ser padre no es una tarea fácil, los medios de comunicación forman parte de nuestra comunidad, El culto de familia debiera formar parte de nuestro hogar. Sabemos el nombre del perro de Susana Giménez pero no sabemos como se llama el hijo la madre de Moisés.

Los Rodríguez vivían todos en la misma casa pero realmente no estaban interactuando, en vez de construir su propia historia con Dios estaban más involucrados con diversos equipos electrónicos y sus personajes o su vida social.

Cada familia debe filtrar y hacer buen uso de las herra­mientas electrónicas porque tanto la cultura corno la familia configuran la vida de sus miembros, pero actual­mente creo que, al igual que Mary Pipher en su libro “The Shelter of each Other”, la cultura que invade a través de los medios está teniendo más peso que la fami­lia, la religión y la escuela, y Elena de White añade en su obra Consejos para la iglesia “Satanás hace cuanto puede para apartar de Dios a la gente; y tiene éxito cuando la vida religiosa esta ahogada en las actividades comerciales, cuando puede absorber de tal manera la mente con los negocios que no se toma tiempo para leer la Biblia, para orar en secreto para mantener ardiente sobre el altar mañana y noche la ofrenda de alabanza y agradecimiento... Padres y madres, cada mañana y cada noche juntad a vuestros hijos alrededor vuestros, y elevad vuestros corazones a Dios por humildes súplicas”. Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu alma y cuerpo sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. (1 Ts. 5:23).


Nota: La familia Rodríguez es ficticia, cualquier caso similar con el que ud. conoce es simple coincidencia, sin embargo debo decir que se parecen a muchas familias que veo en la vida real