El que tiene oidos, oiga: NUBES TORMENTOSAS SOBRE EL ANGUSTIOSO CIELO PLANETARIO VIII

miércoles, 29 de julio de 2009

NUBES TORMENTOSAS SOBRE EL ANGUSTIOSO CIELO PLANETARIO VIII

Con lo considerado en los temas anteriores, el escenario del último acto del drama con el que se cerrará la historia humana, ha quedado más o menos montado. Sus actores: la Roma Cristiana, los Estados Unidos (entendido como el Protestantismo), y el Espiritismo. El concepto básico en juego, la verdadera trama de ese acto final : el principio de la "bestia" . (Recordemos, por favor, y esto es muy importante, que la expresión "bestia" no implica insulto alguno, así que en ningún caso debiera ser motivo de ofensa o molestia; estamos trabajando con símbolos proféticos y con el testimonio de la Historia, y si queremos que las profecías inspiradas por Dios nos orienten, como es su propósito, es indispensable que seamos honestos en la interpretación de ambas, la profecía y la Historia.) ¿Cuál es el principio de la "bestia"?. La unión de Iglesia y Estado, específicamente prohibida por Jesús ["Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios"(Mateo 22:21); "Respondió Jesús : Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí" (Juan 18:36)]. A esta unión, tan claramente prohibida por Dios, el Jesuita Malachi Martin la refiere como "la serpiente" que se introdujo en la Iglesia Cristiana, y como "la maldición de Constantino".

Volviendo al punto básico : sobre el escenario del último acto del drama de nuestro planeta, los actores serán tres, y lo que representarán sobre el tablado es el principio de la "bestia"en su desarrollo máximo. Este principio se estableció en la Iglesia Cristiana cuando en octubre del año 312, luego de la victoria del Puente Milvio, que le abrió el acceso a Roma, el flamante dueño del mundo de aquellos días, el emperador Constantino I el Grande, lo estableció con el obispo de Roma, Silvestre I -- la unión del poder religioso y el poder civil o político, la unión de Emperador y Obispo de Roma; en una palabra, la unión de Iglesia y Estado. Al principio fueron los emperadores, y los reyes que los sucedieron más tarde, los que controlaron a la Iglesia; pero cuando el Papado consiguió el poder temporal, gracias a la Donación de Quiercy (754 a 756) del rey franco Pepino III el Breve al Papa Esteban II (o III), la ambición de dominio de los Pontífices romanos no conoció límites. Al cabo de algunos siglos, al irse generalizando la convicción de que el poder de Dios, esto es, el derecho de gobernar, le llega al Estado (Emperador) únicamente por mediación y otorgamiento del Papa, los obispos de Roma se transformaron en los gestores de la Historia.

¿Fue beneficioso el control de reyes y emperadores por parte del Papa? No, nunca podría haberlo sido, porque el poder absoluto corrompe absolutamente. No necesitamos abundar en detalles–dejémosle esa tarea a los historiadores–para comprobar cuánta sangre empapó, una y mil veces, las tierras del hemisferio occidental por incitaciones emanadas directamente del Vaticano. La profecía había anticipado que una situación tal habría de extenderse por 1.260 años (538 a 1798), y se cumplió exactamente como había sido profetizado. Cuando el 15 de febrero de 1798 el Gral. Haller tomó preso al Papa Pío VI en la Capilla Sixtina, anunciando que con ese acto, decretado por el Directorio francés, la institución papal llegaba a su fin definitivo (la "herida" como "de muerte", anticipada en Apocalipsis 13:3), todo pareció indicar que estaba en lo correcto. Y, sin embargo, estaba equivocado. Es cierto que Pío VI murió en el exilio en Valence, Francia, a fines de agosto de 1799; es cierto que por varios meses, hasta la elección de Luigi Chiaramonti como Pío VII, no hubo Papa; es cierto también que durante los siguientes 150 años el Papado no tuvo gravitación alguna de importancia en la esfera internacional. No obstante, como lo anticipara la profecía, el principio de la "bestia" habría de resurgir, y con mayor efectividad que nunca antes en toda la historia del Cristianismo. ¿A partir de cuándo? A partir del momento cuando Estados Unidos se transformara en superpotencia mundial única, sin rivales ya; entonces, este mismo principio habrá de establecerse a escala mundial.por los esfuerzos mancomunados, en una "Santa Alianza", como dio en llamarla la revista Time del 24 de febreo de 1992, de Roma (Papado) y Estados Unidos (Protestantismo).

Estamos viviendo ahora momentos de enorme trascendencia histórica. Después de casi dos siglos desde 1798, el Papado ha recuperado su prestigio, y, como tan certeramente lo anticipara nuestro Señor Jesús, a través de Juan, en Apocalipsis 13, precisamente en circunstancias que colocaron a Estados Unidos en la cúspide del poder mundial. Lo que aun resta por cumplirse son apenas detalles : Estados Unidos aceptará, contra toda garantía de su Constitución, el principio de la "bestia"–empujado por circunstancias adversas extremas, antes de mucho el Congreso de ese país, cuna y paladín de libertades, osadamente se atreverá a incursionar en el terreno de la legislación religiosa, y la "imagen de la bestia" se erigirá en esa nación. ¿Con qué propósito? Ya lo vimos, "ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella, y hace que la tierra y los moradores de ella adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada" (Apocalipsis 13:12). Pero ¿cómo logrará hacerlo? ¿Solamente mediante enormes despliegues de potencialidad militar? No; más que éso. Lo hará ayudado por potencias espirituales supranormales, las del Espiritismo : "También hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres. Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió" (versos 13 y 14).

¿Le resulta todo ésto demasiado fantástico para aceptarlo? No se apresure; tómese un poco de tiempo para masticarlo y digerirlo, y para ese entonces tal vez ya lo estará viendo con sus propios ojos. Estados Unidos recibió una profunda estocada el martes 11 de setiembre. Esa terrible tragedia ¿está moviendo a los líderes de esa gran nación a volverse a Dios en humildad y arrepentimiento? Lamentablemente, no. Lo que parece moverlos es la urgencia, muy natural, por cierto, de castigar a los culpables y de impedir nuevos actos de terrorismo. ¿Dónde? ¿En Afghanistán solamente? No, mucho más allá, en todo el mundo–la frase se ha vuelto manida a fuerza de repetirla, todas las naciones, cada una de ellas, tendrá que decidir si está con la civilización o con el terrorismo. No habrá neutrales. ¿Estamos alcanzando a ver las cosas un poco más claras? No podríamos hacerlo si Dios no nos lo hubiera revelado a través de sus mensajeros, los profetas. "No apaguéis al Espíritu. No menospreciéis las profecías" (1 Tesalonicenses 5: 19,10).

Continuará

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.