El que tiene oidos, oiga: 7.- El liderazgo de la iglersia y el Espíritu Santo

viernes, 17 de julio de 2009

7.- El liderazgo de la iglersia y el Espíritu Santo

Joya Bíblica:
“Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8).

Pregunta:
¿Por qué no se han cumplido todavía las promesas de otorgamiento de poder para terminar la predicación del evangelio?

Respuesta:
“La religión legal no responderá a las necesidades de esta época. Podemos cumplir todos los actos exteriores de servicio, y estar sin embargo tan destituidos de la influencia vivificadora del Espíritu Santo como estaban destituidas de rocío y lluvia las colinas de Gilboa” (Joya de los Testimonios, tomo 3, págs. 50, 51). “Dios desea vivificar a su pueblo por el don de su Santo Espíritu, bautizándolo de nuevo en su amor. No necesita manifestarse carencia del Espíritu Santo en la iglesia. Después de la ascensión de Cristo, el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos que esperaban, oraban y creían, con una plenitud que alcanzó a cada corazón” (Southern Watchman, 5/Septiembre/1905).

El Espíritu Santo nos capacitará para realizar la tarea: “Cuando Jesús estaba por ascender al cielo, antes de dejar a sus discípulos los comisionó con la tarea de llevar el Evangelio a todas las naciones, lenguas y pueblos. Les dijo que esperaran en Jerusalén hasta que fuesen investidos con poder de lo alto. Esta era una condición esencial para su éxito. La santa unción debe descender sobre los siervos de Dios... Todos los que tienen una parte en la tarea de proclamar la venida del Señor en las nubes de los cielos deben proseguir este mismo curso de acción: porque se ha de preparar un pueblo para estar de pie en el gran día de Dios. Aunque Cristo había prometido a sus discípulos que recibirían el Espíritu Santo, esta promesa no anulaba la necesidad de la oración. Oraron tanto más fervientemente y persistieron unánimes en la oración. También deben proseguir orando los que ahora están ocupados en la solemne tarea de preparar un pueblo para la venida del Señor” (Gospel Workers, pág. 370, 371).

“Únicamente aquellos que son así enseñados por Dios, únicamente aquellos en cuyo interior obra el Espíritu y en cuya vida se manifiesta la vida de Cristo, pueden ocupar posición de verdaderos representantes del Salvador” (Obreros Evangélicos, pág. 302).

Debemos comprender y anhelar la obra del Espíritu Santo: Si el poder divino no se combina con el esfuerzo humano, yo no daría un ápice por todo lo que el mayor de los hombres pudiera hacer. El Espíritu Santo falta en nuestra obra” (Elena G. de White, Review and Herald, 18 de febrero, 1890).

“Debe haber un trabajo de arrepentimiento y de reforma. Todos deben buscar el derramamiento del Espíritu Santo. Como les sucedió a los discípulos después de la ascensión de Cristo, esta actividad puede requerir de varios días de diligente búsqueda de Dios, y de abandono de pecados” (My Life Today, pág. 58).

La unción del Espíritu es vital para el servicio a Dios: “Cuando pongamos nuestro corazón en unidad con Cristo y nuestra vida en armonía con su obra, el Espíritu que descendió sobre los discípulos en el día de Pentecostés, descenderá sobre nosotros” (Joyas de los Testimonios, tomo 3, pág. 250).

“Los miembros de iglesia que ocupen lugares de confianza deben ser bautizados con el Espíritu de Dios, o no serán aptos para las funciones que han aceptado” (Fundamentals of Education, pág. 240).

“Si todos lo quisieran, todos serían llenados del Espíritu. Dondequiera la necesidad del Espíritu Santo sea un asunto en el cual se piense poco, se ve sequía espiritual, obscuridad espiritual, decadencia y muerte espirituales. Cuandoquiera los asuntos menores ocupen la atención, el Poder Divino que se necesita para el crecimiento y la prosperidad de la iglesia, y que traería todas las demás bendiciones en su estela, falta, aunque se ofrece en infinita plenitud” (Hechos de los Apóstoles, pág. 41).

Cada día, santificados y vivificados: “Mañana tras mañana, cuando los heraldos del Evangelio se arrodillan delante del Señor y renuevan sus votos de consagración, él les concede la presencia de su Espíritu con su poder vivificante y santificador, y al salir para dedicarse a los deberes diarios, tienen la seguridad de que el agente invisible del Espíritu Santo los capacita para ser colaboradores juntamente con Dios” (Los Hechos de los Apóstoles, pág. 46).

Lecturas bíblicas complementarias: Efesios 4:11; Hechos 13:2, 4, 9, 52; Hechos 15:23; 16:6, 7.

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