Joya Bíblica:
“Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3:4, 5).
Pregunta:
¿Cuánta ayuda podemos esperar del Espíritu en nuestras luchas contra el pecado? ¿Será que aquellos viejos pecados todavía pueden ser vencidos?
Respuesta:
El Santo Espíritu es nuestra única seguridad: “Toda la cultura y la educación que el mundo puede dar, no podrán convertir a una criatura degradada por el pecado en un hijo del cielo. La energía renovadora debe venir de Dios. El cambio puede ser efectuado sólo por el Espíritu Santo. Todos los que quieran ser salvos, sean encumbrados o humildes, ricos o pobres, deben someterse a la operación de este poder” (Palabras de vida del Gran Maestro, pág. 80, edic. CE 1960).
“No tiene límite la utilidad de aquel que, poniendo el yo a un lado, da lugar a que obre el Espíritu Santo en su corazón, y vive una vida completamente consagrada a Dios” (Joyas de los Testimonios, tomo 3, pág. 209).
Hay una obra que El quiere realizar en nosotros: “Sólo podemos ser hechos idóneos para el cielo mediante la obra del Espíritu en el corazón, pues debemos tener la justicia de Cristo como nuestro salvoconducto si hemos de tener acceso al Padre. A fin de que tengamos la justicia de Cristo, necesitamos ser transformados diariamente por la influencia del Espíritu Santo para ser participantes de la naturaleza divina. La obra del Espíritu Santo es elevar los gustos, santificar el corazón, ennoblecer a todo el hombre” (Mensajes Selectos, tomo 1, pág. 439).
“Si los hombres están dispuestos a ser amoldados, se efectuará la santificación de todo el ser. El Espíritu tomará las cosas de Dios y las imprimirá en el alma” (Hechos de los Apóstoles, pág. 43).
Sujeta los pensamientos y deseos a la voluntad de Cristo: “Para el corazón que llega a purificarse, todo cambia. La transformación del carácter es para el mundo el testimonio de que Cristo mora en el creyente. Al sujetar los pensamientos y deseos a la voluntad de Cristo, el Espíritu de Dios produce nueva vida en el hombre, y el hombre interior queda renovado a la imagen de Dios” (Profetas y Reyes, pág. 175).
“El pecado podía ser vencido únicamente por la poderosa intervención de la tercera persona de la Divinidad, que iba a venir no con energía modificada, sino en la plenitud del Poder Divino” (DTG, pág. 625).
Guiados y controlados por el Espíritu: “No estamos seguros un sólo momento a menos que seamos guiados y controlados por el Espíritu Santo” (Nuestra Elevada Vocación, pág. 187).
“No hay en nuestra naturaleza impulso alguno ni facultad mental o tendencia del corazón, que no necesite estar en todo momento bajo el dominio del Espíritu de Dios” (Patriarcas y Profetas, pág. 446).
“Comprended a cada momento que debéis tener la presencia del Espíritu Santo... Necesitamos ser santificados por el Espíritu Santo en toda hora del día, para que no seamos entrampados por el enemigo y nuestras almas sean puestas en peligro” (Testimonios para los Ministros, pág. 315, 325).
Nuestro caso no está perdido: “Ninguna persona es tan vil, nadie ha caído tan bajo que esté fuera del alcance de la obra de ese poder. En todos los que se sometan al Espíritu Santo, ha de ser implantado un nuevo principio de vida: la perdida imagen de Dios ha de ser restaurada en la humanidad” (Palabras de Vida del Gran Maestro, pág. 805).
“El Espíritu es el que hace eficaz lo que ha sido realizado por el Redentor del mundo. Por el Espíritu es purificado el corazón. Por el Espíritu llega a ser el creyente partícipe de la naturaleza divina. Cristo ha dado su Espíritu como poder divino para vencer todas las tendencias hacia el mal, hereditarias y cultivadas, y para grabar su propia carácter en su iglesia” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 625).
“Vi cómo se puede obtener esta gracia. Id a vuestra cámara y allí a solas, suplicad a Dios: ‘crea en mí, oh Dios, un corazón limpio; y renueva un espíritu recto dentro de mí’ (Salmos 51:10)”... (I JT 51, 52).
Lecturas bíblicas complementarias: I Pedro 1;12; Gálatas 5:22, 23; Efesios 3:16; Romanos 8:26.
viernes, 17 de julio de 2009
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