El hombre es la más elevada de las criaturas;
La mujer es el más sublime de los ideales.
Dios hizo para el hombre un trono;
para la mujer, un altar.
El trono exalta; el altar santifica.
El hombre es el cerebro; la mujer es el corazón.
El cerebro fabrica luz; el corazón, el amor.
La luz fecunda; el amor resucita.
El hombre es el genio; la mujer es el ángel.
El genio es inmensurable; el ángel es inefable.
Se contempla al infinito; se admira lo inefable.
La aspiración del hombre es la suprema gloria;
la aspiración de la mujer es la virtud extrema.
La gloria lo hace a uno grande; la virtud lo hace divino.
El hombre tiene la supremacía; la mujer, la preferencia.
La supremacía significa la fuerza;
la preferencia representa el derecho.
El hombre es fuerte por la razón;
la mujer es invencible por las lágrimas.
La razón convence; las lágrimas conmueven.
El hombre es capaz de todos los heroísmos;
la mujer, de todos los martirios.
El heroísmo ennoblece; el martirio sublimiza.
El hombre piensa. La mujer sueña.
Pensar es tener en el cráneo una larva;
soñar es tener en la frente una aureola.
El hombre es un océano; la mujer, un lago.
El océano tiene la perla que adorna;
el lago, la poesía que deslumbra.
El hombre es un águila que vuela;
la mujer, el ruiseñor que canta.
Volar es dominar el espacio; cantar es conquistar el alma.
El hombre tiene un fanal, la conciencia;
la mujer tiene una estrella, la esperanza.
El fanal guía; la esperanza salva.
En fin, el hombre está colocado donde termina la tierra;
la mujer, donde comienza el cielo.
Víctor Hugo
domingo, 26 de julio de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.