El que tiene oidos, oiga: El fumar y la ética

lunes, 26 de abril de 2010

El fumar y la ética

Fumar es la mayor causa de muertes que se podrían evitar en el mundo. “La prevención es mejor que la curación”, dice un concepto universal de ética. En lo que respecta al fumar, la mayoría de los países se encuentra frente a una paradoja ética: aunque muchas décadas de investigación han producido evidencias incontrovertibles de los riesgos para la salud que produce el fumar cigarrillos, la industria del tabaco continúa floreciendo, a menudo con el apoyo tácito o más declarado del gobierno. La ética del fumar es aún más seria por las revelaciones alarmantes acerca de las muertes y riesgos para la salud causados por el fumar “de segunda mano”.

Un serio problema ético es la exportación de cigarrillos a países en desarrollo, especialmente los cigarrillos con ingredientes letales más elevados de lo que se admite en otras partes. Por más de un siglo la Iglesia Adventista del Séptimo Día ha advertido a sus jóvenes y al público en general con respecto a la naturaleza adictiva y destructora de la salud que produce el fumar cigarrillos. Los cigarrillos son un riesgo de salud a nivel mundial por la combinación de la adicción junto con la avaricia económica de la industria del tabaco y otros segmentos de la comunidad mercantil. Los adventistas creen que la ética de la prevención requiere políticas públicas que reduzcan el fumar, tales como:

1) Una prohibición uniforme de la publicidad del tabaco;
2) Ordenanzas para proteger a los niños y los jóvenes, que son el blanco favorito de la industria del tabaco;
3) Leyes más estrictas que prohíban fumar en lugares públicos;
4) Un uso más agresivo y sistemático de los medios para educar a los jóvenes acerca de los riesgos del fumar;
5) Impuestos sustancialmente más elevados sobre los cigarrillos;
6) Reglas que requieran que la industria del tabaco pague los costos del cuidado de la salud asociados con el uso de sus productos.

Reglas como éstas salvarían millones de vidas cada año.

Esta declaración fue aprobada y votada por la Comisión Administrativa de la Asociación General (ADCOM) para ser publicada por la Oficina del presidente, Robert S. Folkenberg, en las sesionesdel Concilio Anual desarrollado en San José, Costa Rica, del 1º al 10 de octubre de 1996.

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