El que tiene oidos, oiga: 9.- Sin el Espíritu Santo todo es estéril

viernes, 17 de julio de 2009

9.- Sin el Espíritu Santo todo es estéril

JOYA BÍBLICA:
“Y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios” (1 Corintios 2:4-5).

Pregunta:
¿Somos plenamente conscientes de nuestra necesidad del Espíritu Santo?

Respuesta:
Lo que realmente se necesita en la obra de Dios: “La ausencia del Espíritu es lo que hace tan impotente el ministerio evangélico. Puede poseerse saber, talento, elocuencia, y todo don natural o adquirido; pero, sin la presencia del Espíritu de Dios, ningún corazón se conmoverá, ningún pecador será ganado para Cristo. Por otro lado, si sus discípulos más pobres y más ignorantes están vinculados con Cristo, y tienen los dones del Espíritu, tendrán un poder que se hará sentir sobre los corazones. Dios hará de ellos conductos para el derramamiento de la influencia más sublime del universo” (Joyas de los testimonios, tomo 3, pág. 212).

“En la tarea de salvar las almas de los hombres, Dios realiza toda la obra, haciendo al hombre su instrumento. El hombre no puede dirigir la obra de Dios a su manera, porque la tarea externa es vana a menos que Dios obre en ella. El poder divino debe mezclarse con el esfuerzo humano, o no podemos ser colaboradores de Dios” (Elena G. de White, Review and Herald, 6 de mayo, 1890).

El poder no está en los argumentos: “El mensaje no será llevado adelante tanto con argumentos como por medio de la convicción profunda inspirada por el Espíritu de Dios. Los argumentos ya fueron presentados. Sembrada está la semilla, y brotará y dará frutos” (El conflicto de los siglos pág. 120).

“La siembra de la semilla del Evangelio no tendrá éxito a menos que esa semilla sea vivificada por el rocío del cielo. Antes que un solo libro del Nuevo Testamento fuese escrito, antes que se hubiera predicado un sermón evangélico después de la ascensión de Cristo, el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles que oraban. Entonces el testimonio de sus enemigos fue: ‘Habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina’ ” (El Deseado de todas las gentes, págs. 625, 626).

El mero conocimiento intelectual no santifica el corazón: “Sin el Espíritu de Dios, un conocimiento de su Palabra no tiene valor. La teoría de la verdad, cuando no va acompañada del Espíritu Santo, no puede avivar el alma o santificar el corazón. Uno puede estar familiarizado con los mandamientos y las promesas de la Biblia, pero a menos que el Espíritu de Dios grabe la verdad, el carácter no será transformado. Sin la iluminación del Espíritu, los hombres no podrán distinguir la verdad del error, y caerán bajo las tentaciones maestras de Satanás” (Palabras de vida del gran Maestro, pág. 390, edic. C.E.S.).

El poder está en el Espíritu Santo: “La predicación de la palabra sería inútil sin la continua presencia y ayuda del Espíritu Santo. Éste es el único maestro eficaz de la verdad divina. Únicamente cuando la verdad vaya al corazón acompañada por el Espíritu vivificará la conciencia o transformará la vida. Uno podría presentar la letra de la Palabra de Dios, estar familiarizado con todos sus mandamientos y promesas; pero a menos que el Espíritu Santo grabe la verdad, ninguna alma caerá sobre la Roca y será quebrantada” (El Deseado de todas las gentes, págs 625,626).

Ven, Santo Espíritu sobre tu iglesia: “Vendrán siervos de Dios con semblantes iluminados y resplandecientes de santa consagración, y se apresurarán de lugar en lugar para proclamar el mensaje celestial. Miles de voces predicarán el mensaje por toda la tierra. Se realizarán milagros, los enfermos sanarán y signos y prodigios seguirán a los creyentes. Satanás también efectuará sus falsos milagros, al punto de hacer caer fuego del cielo a la vista de los hombres (Apocalipsis 13:13). Es así como los habitantes de la tierra tendrán que decidirse en pro o en contra de la verdad” (El conflicto de los siglos, pág. 670).

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